El sarcófago de los esposos

01.07.2013 00:00

"La mujer, apoyada en su codo izquierdo, el cabello en dos trenzas cayendo sobre sus pechos, curva exquisitamente la mano derecha acercándola a sus labios pulposos. A su espalda el hombre, igualmente recostado, barba en punta bajo la boca faunesca, abarca el talle femenino con su brazo derecho. En ambos cuerpos el rojizo tono de la arcilla quiere delatar un trasfondo sanguíneo invulnerable al paso de los siglos. Y bajo los ojos alargados, orientalmente oblicuos, florece en los rostros una misma sonrisa indescriptible: sabia y enigmática, serena y voluptuosa."

José Luis Sampedro. La sonrisa etrusca.

Se dice que griegos y romanos tenían a los etruscos por un pueblo licencioso debido a la consideración social de las mujeres, que participaban abiertamente en la vida pública. A través de ellas se transmitía la herencia y, en caso de muerte del marido, se hacían cargo de la familia.

De hecho, los arqueólogos dieron con dos esculturas funerarias de alrededor del año 520 a.C. que son conocidas por el sobrenombre de Sarcófago de los Esposos. Una está en Roma, a la que corresponde la descripción del libro de J.L. Sampedro que hay más arriba, y la otra en el Louvre, la de la foto. Ambas son muy parecidas y representan a una feliz pareja dispuesta a compartir la vida eterna gozando de un banquete.

Sin embargo, aunque el anciano protagonista de la novela observa que los etruscos sonríen "hasta encima de su tumba", mira el sepulcro y se pregunta con los pies en el suelo: "¿Enterraban a los dos juntos? ¿Y cómo? ¡No iban a morirse al mismo tiempo!".

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