El péndulo de Foucault

04.06.2013 00:00

El día 26 de marzo de 1851 fue miércoles, pero no cabía un alma en la iglesia de Santa Genoveva de París. Entre los atraídos por el irresistible lema del acto: Venga a ver cómo gira el mundo; se encontraba el príncipe Luis Napoleón Bonaparte, presidente de la República Francesa y futuro emperador. 

En el interior, el escenario no podía ser más sobrio: un cable enganchado en lo alto de la cúpula sostenía una bala de cañón; en el suelo, una gruesa capa de arena prensada protegía el enlosado de posibles accidentes. Sin embargo, allí se iba a demostrar que la Tierra gira alrededor de su eje. 

Foucault se dispuso a dar inicio a la prueba y el proyectil fue sujetado a una pared con una cuerda. Tras una corta espera, uno de sus ayudantes prendió una llama y quemó las ataduras, de manera que la bala de cañón comenzó a oscilar como un péndulo. El roce del extremo inferior sobre la arena dejaba constancia de su trayectoria. 

Como cabía esperar, la bala dibujó una línea más o menos recta y el público se aburría, pero se trataba de una cuestión de paciencia (más abajo hay un vídeo que muestra a cámara rápida lo que tardó varias horas en suceder). En realidad, el péndulo se iba desviando de su trayectoria en cada oscilación, unos 2 mm cada vez, una variación muy pequeña para ser observada a simple vista pero que acabó siendo evidente con el paso del tiempo. En palabras del propio Foucault:

El fenómeno se desarrolla con calma; es inevitable, irresistible. Viéndolo nacer y crecer, nos damos cuenta de que no está en la mano del observador acelerarlo o frenarlo. Todo el mundo se queda pensativo y callado durante unos instantes y, por lo general, se va con una sensación más apremiante e intensa de nuestra incesante movilidad en el espacio.  

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